Las cooperativas cafetaleras no son simplemente una historia de éxito dentro del agronegocio peruano; su aporte al PBI nacional es indiscutible, así como el impulso a la economía de los territorios cafetaleros; su trayectoria y resistencia han sido esenciales para consolidar y perpetuar la existencia del movimiento cooperativo en el país. Al analizar el impacto de las cooperativas cafetaleras en la estructura cooperativa agraria peruana, es crucial entender cómo contribuyeron, tanto directa como indirectamente, a su fortalecimiento y evolución.
RESILIENCIA
Estas
organizaciones desarrollan un modelo de resiliencia. El movimiento cooperativo
en el Perú alcanzó su pico durante la reforma agraria iniciada a comienzos de
la década de 1960, con procesos destacados en la Convención de Cusco. Esta
dinámica cooperativa continuó durante el mandato del presidente Fernando
Belaunde y alcanzó su mayor notoriedad durante el período de Velasco, etapas
que han sido objeto de intensos debates.
Durante
este período, el Estado peruano impulsó el cooperativismo (sin considerar el
principio de la libre adhesión) y se orientó hacia un modelo basado en
cooperativas de producción - laboral, donde las relaciones salariales
prevalecían entre los beneficiarios de la reforma agraria. Este sistema
enfrentó crisis significativas que, en nuestra perspectiva, erosionaron los
fundamentos de la reforma agraria.
Los
mecanismos de parcelación, sumados a la corrupción, deterioraron la imagen del
modelo cooperativo, llegando a asociarlo con fracasos, corrupción e incluso
actividades terroristas. Esta percepción negativa dominó el panorama de los
años 90. Esa época presentó un escenario desfavorable para las cooperativas
debido a una crisis económica, corrupción y terrorismo.
Hacia
finales de los años 90, comenzó un notable proceso de reactivación cooperativa,
centrado principalmente en el sector cafetalero. Esta resurgencia, apoyada por
sectores políticos tanto de izquierda, como de derecha y centro, es crucial
para comprender el paisaje cooperativo actual. Las cooperativas que lograron
sobrevivir a las adversidades, incluidos el cierre de Agrobanco y la amenaza de
Sendero Luminoso, identificaron una ventana de oportunidad en el mercado
europeo. Este mercado mostró un creciente interés en la caficultura orgánica,
alineándose con una tendencia global de comercio justo que promovía precios
diferenciados y justos para los productos, por encima de las cotizaciones diarias
en bolsa. Esta perspectiva de un producto más orgánico y con un valor agregado
representó una excelente oportunidad para pequeños productores.
CULTURA COOPERATIVA
El
auge del café orgánico y el comercio justo hacia finales de los 90 abrió oportunidades
en el mercado europeo. Las cooperativas cafetaleras, al aprovechar estos
nichos, demostraron que el modelo cooperativo podía ser competitivo y rentable en
el ámbito internacional. La reconstrucción dinámica del modelo cooperativo dio
lugar al florecimiento de diversos cultivos como cacao, banano y granos
andinos. Este proceso revitalizó el movimiento cooperativo agrario,
convirtiéndolo nuevamente en un actor en ascenso, despertando interés y siendo
escenario de luchas ideológicas.
LEGISLACIÓN
El
auge de este movimiento cooperativo no pasó desapercibido para el Estado. Las
autoridades de la SUNAT observaron el crecimiento de las cooperativas,
especialmente las cafetaleras, y vieron una oportunidad para incrementar los
ingresos estatales. Esto llevó a la implementación de diversas medidas
fiscales, como la del marzo de 2005, en la que la administración tributaria
impuso un pago de 1.5 soles por cada 100 soles agrarios. Esta acción fue
percibida como un abuso extremo, provocando una fuerte movilización del sector
cooperativo que resultó en la suspensión de la medida. Además, la SUNAT comenzó
a exigir que los productores agrarios poseyeran un RUC. Sin embargo, esta
demanda se aplicó de manera desigual, ya que se exigió a las cooperativas y sus
socios, pero no a los copiadores intermediarios que operaban con comprobantes
de acopio.
Frente
a desafíos regulatorios, las cooperativas cafetaleras no se quedaron de brazos
cruzados. Su activismo, evidenciado en la movilización contra medidas fiscales
injustas y en la promulgación de la "Ley del Acto Cooperativo",
reafirmó la importancia de las cooperativas en el panorama económico peruano.
Estas acciones no solo beneficiaron al sector cafetalero, sino a todo el
cooperativismo agrario al sentar precedentes legislativos y regulatorios.
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