Por César Sánchez Martínez / LIMA
Algunos
dicen que la Navidad es Jesús y celebran a lo grande ese acontecimiento,
reventando una variedad de cohetes y otros fuegos artificiales, que el argot
criollo ha bautizado con los nombres de “silvadores”, “rata blanca”, “cuetecillos”,
rascapié (para aquellos que peinan canas) y “mamá rata”, entre otros. Otros
piensan que la Navidad es una fiesta para los niños y por eso compran y regalan
juguetes y ropa nueva; cantan villancicos y terminan con una opípara cena con
pavo o lechón. Faltaría agregarle el chocolate caliente y el tradicional panetón,
ese delicioso bizcocho con pasas y frutas confitadas.
Otro grupo importante
cree que es diversión y los celebran en la playa, centros recreacionales, o
simplemente la pasan entre amigos o familiares. Obviamente bien abastecidos de
cerveza, la bebida del pueblo, algunos tragos exóticos y no falta quien llega
con alucinógenos o drogas. Empieza la música y a bailar todo el mundo. El
asunto es que muchas veces la fiesta termina en insultos, broncas y peleas.
Lo peor es
que muchos se endeudan y, vía tarjeta de crédito, compran productos para la
casa y algunos artículos para regalar. Desaparecen los regalos, pero quedan las
deudas para los siguientes meses.
Todos dicen
celebrar el cumpleaños de Jesús, aquel niño que nació en Belén hace
aproximadamente 2,000 años.
¡Qué ironía!
El agasajado es Jesús y otros celebran por él. Todos se alegran y casi nadie se
acuerda de Jesús. Recuerdan a personajes como Papá Noel, Santa Claus o San
Nicolás que nunca existieron y le dan más importancia que a Jesús. Adornan las
casas y oficinas con guirnaldas, arbolitos y luces de colores, y de Jesús, ya
nadie lo menciona. Más mérito tiene el burrito sabanero que el propio Jesús.
Y lo curioso
es que mucha gente espera y celebra la Navidad y no saben qué es la Navidad.
Efectivamente,
la Navidad tiene mucho que ver con Jesús, el niño que nació en Belén, y que vivió
en Nazaret, una ciudad de la región de Galilea.
No es exactamente
el 25 de diciembre, pero se aprovecha la fecha para recordar el nacimiento de
Jesús, que vino a esta tierra con una misión. Fue Dios hecho carne quien vivió
entre nosotros, los seres humanos, quien por amor a la humanidad se entregó en
lugar de nosotros. Murió por nuestros pecados y por medio de su resurrección,
porque está vivo, nos ofrece la vida eterna. Dios está dispuesto a perdonar
nuestros pecados.
El hombre
sólo tiene que poner su confianza en él mediante la fe, y aceptarlo como
Salvador personal y Señor de su vida. Sólo así, se podrá realizar el nuevo
nacimiento y la verdadera Navidad ocurrirá en el ser humano. Navidad es
nacimiento y Jesús, el Salvador, que también es el Cristo (Mesías), por eso lo
llamamos Jesucristo, estará dispuesto a vivir en la persona que decide
aceptarlo como salvador personal. Dios ama a todos los hombres y mujeres, pero
son éstos quienes de manera voluntaria deben aceptarlo como salvador de sus
vidas y Dios mismo, personará todos nuestros pecados.
“De modo que
si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí
todas son hechas nuevas”, afirma el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:17.
Sólo así la
verdadera Navidad será realidad en la vida de la persona. Y no se trata de
religión o algo parecido. Se trata de una nueva relación entre Dios y el hombre.
Más que religión es relación, y ello es personal. Es un nuevo estilo de vida.
Entonces la
Navidad dejará de ser sinónimo de panetones, juguetes, pavo, cohetes, champagne,
villancicos, etc., y será una hermosa realidad en la vida de la persona.
Mientras
tengamos el concepto que la Navidad es para los niños y todo aquello que hemos
descrito líneas arriba, efectivamente, la Navidad será una simple celebración.
En la verdadera
Navidad, el homenajeado es Jesús y no nosotros. El onomástico es de Jesús y no
el nuestro. La celebración es para él y no para nosotros. Pero al aceptar a
Jesucristo como salvador personal, nos convertimos en verdaderos hijos de Dios y,
por lo tanto, ahora sí nos alcanza esa festividad y tendrá un propósito en
nuestras vidas. Caso contrario, es simplemente una fiesta más como el
cumpleaños del amigo o familiar.
Que estos
días de reflexión nos motiven a rescatar el verdadero sentido de la Navidad y
acerquémonos confiadamente al trono de la gracia. El amor de Dios es tan grande
que está dispuesto a perdonarte y darte la vida eterna. Dios te bendiga grandemente.
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