JANET MOGOLLÓN PÉREZ |
Por JANET MOGOLLÓN PÉREZ / Lima
RELIGIÓN Cuando se
vive situaciones difíciles viene muchas veces la angustia en las personas. Una amenaza,
un dolor profundo, una pérdida de un ser querido, una tragedia, etc., produce
en las personas un dolor intenso que se traduce muchas veces en angustia o en
miedo frente a las circunstancias antagónicas. Viene un temor
natural y otros sentimientos que inundan la vida de la persona afectada. Sin embargo,
la Biblia, la Palabra de Dios, dice en 1 Pedro 5:5 “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene
cuidado de vosotros”. ¿Qué nos
dice este versículo? Nos afirma que debemos echar todas nuestras cargas, dolencias,
miedos y temores en Dios. ¿Porqué? Simplemente porque nuestro Dios tiene cuidado
de nosotros.
Nos va a cuidar, nos protege. Está al tanto de nuestras vidas. Es
una promesa, y Dios no es hombre para que se arrepienta o mienta. Si él lo prometió,
así lo hará.
Se puede
vivir los tiempos más difíciles y complejos. El miedo puede rodearnos y hasta
hacernos temblar ante situaciones adversas. En tiempos de crisis, sólo con pensar
qué pasará después o que vendrá, se transforma en una preocupación casi natural.
La crisis sanitaria
ocasionada por el coronavirus COVID-19 es un peligro latente. Antes de lejos
nos enterábamos de tales o cuales, muertos en cierto lugar, eran sólo
estadísticas; pero ahora esos números tienen nombres y apellidos, porque la
muerte se llevó a un familiar cercano, amigos, amistades del barrio, compañero
de trabajo o simples conocidos del barrio. Esa realidad es una preocupación que
nos lleva a la angustia.
Pero no
solamente la muerte o el contagio, algunos han perdido sus trabajos y ahora están
desempleados, a otros se les recortó los sueldos o simplemente los mandaron a
sus casas sin goce de haber; eso también genera angustia, sin contar otro tipo
de desgracias o situaciones adversas como contagios, enfermedades preexistentes,
emergencias médicas etc.
Hay un
temor, casi natural. No obstante, la Biblia nos dice que Dios ha prometido
ayudarnos, y aunque no veamos la solución en el corto plazo, la mano de Dios no
se ha acortado. Es una promesa y Él cumplirá sus palabras.
PROPÓSITO
Hay un
propósito. No hay nada que salga fuera de la voluntad de Dios. El mismo conoce la
situación y nuestra vida, y constantemente nos está comunicándonos un mensaje
mediante personas, circunstancias o hechos de la vida. Además, tenemos la
Palabra más segura, la Biblia que realmente cambia vidas.
Nuestra
confianza debe estar puesta en Dios. El Creador mismo, desea que abramos
nuestro corazón y empecemos a confiar, pero no de boca o palabra, sino, de
hecho, de acciones. Poner toda nuestra plena confianza en el Señor. Poner todas
esas emociones y sentimientos en las manos del Creador de los cielos.
Si
recordamos la experiencia de Jesús en el huerto Getsemaní, en el Monte de los
Olivos, vemos lo que dice la Biblia. Jesús se angustió en gran manera, tuvo un
dolor intenso, a tal punto que lo expresó a su Padre con estas palabras: “Si
puedes, pasa de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
(Lucas 22:42).
Ahí vemos a
Jesús, 100% Dios y al mismo tiempo 100% hombre. Es decir, que Dios conoce el
dolor humano en toda su dimensión. Sabe del dolor humano y conoce nuestra
realidad. El no es un Dios indiferente al dolor. Desea que nosotros le
busquemos.
El Salmo 1:3
dice con relación al hombre que mantiene una íntima relación con Él: “Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que
da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”.
¿Qué nos
dice este versículo? Dios quiere que seamos como ese árbol que se nutre de las
frescas aguas, que en su tiempo brota sus hojas y constantemente tiene agua,
por la cercanía a las corrientes de aguas.
De la misma
manera, cuando una persona vive en paz y en armonía Dios es, precisamente, como
ese árbol fresco y fuerte. Dios quiere como proveernos de esa agua fresca en
los tiempos buenos y difíciles. Pueden venir muchas pruebas y dificultades,
pero la persona que vive en íntima comunión con Dios, siempre será como el
árbol robusto y verde, alimentado siempre de frescas aguas. Que nuestra fe no
desmaye.
Dios sigue
siendo el mismo de antes. En ningún momento abandonará a sus hijos, si
realmente lo son. Que la Palabra de Dios, la Biblia, penetre en su vida porque
ella cambia vidas.
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