Por César Sánchez Martínez
Si tendríamos
que resumir en una palabra lo que es el liderazgo, simplemente diríamos que es
“influencia” en el sentido más amplio de la palabra. Pero si liderazgo es
influencia, el lector podrá preguntar, que pasa con la influencia negativa que
trae como consecuencia acciones incorrectas a la ética y principios morales. El liderazgo
es por naturaleza proactivo (positivo), nunca proclive (negativo) hacia algo.
El liderazgo es influencia porque es el camino por donde se debe transitar. Se
debe conocer o saber algo del camino para verificar si es el correcto. En el mundo
de los negocios, el verdadero liderazgo no está en la gerencia, jefatura,
puesto o autoridad. En la vida personal, el liderazgo tampoco se halla en la
experiencia, conocimiento o responsabilidad. Existen personas que sin tener
autoridad alguna en la organización influencian más que el director, gerente o
jefe. También en la vida privada, hay personas que sin tener los estudios
necesarios para ser considerado como un “profesional”, destacan por la vida que
llevan.
El liderazgo
no es algo que se adquiere por naturaleza y viene con la persona, se aprende en
el camino. Una persona podrá nacer con ciertas habilidades que facilitarán el
aprendizaje, pero eso hay que hacerlo. Nadie nace honesto, generoso y
servicial, esas virtudes se aprenden y se forjan en el hogar.
Lograr
escalar laboralmente en la organización se puede alcanzar por amistad, trabajo,
adulación y “suerte” en algunos casos, pero ganarse el puesto por poseer cierta
capacidad emprendedora es diferente. Se requiere cierta dosis de liderazgo en
ello.
Es necesario
también poseer ciertas cualidades, naturales o aprendidas, para influenciar en
otras personas. Impactar positivamente para trascender.
El maestro
por excelencia, Jesucristo, nos enseñó que él no vino para ser servido, sino
para servir. De tal manera que él mismo se convirtió en un líder excepcional.
Nunca tuvo un cargo, una gerencia o mucho dinero. Perteneció a los estratos
sociales bajos y no poseía títulos académicos de centros superiores de
renombre, pero desde su nacimiento hace más de 2,000 años, sigue siendo el
líder por excelencia, y su influencia mundial ha transcendido. Hasta la
historia se ha dividido en dos: Antes y después de Jesucristo.
El líder
debe tener un corazón de siervo, de uno que está al servicio de los demás, sólo
así influenciará con su vida. Cuando en las organizaciones los colaboradores
ven al superior que está al servicio de los demás, éste último tendrá siempre
el respaldo de los trabajadores, quienes no sólo seguirán su ejemplo, sino que
tendrá también la ayuda de ellos.
Es un
desafío para las nuevas generaciones, aprender acerca de la excelencia en el
servicio para influenciar positivamente en las personas. Lamentablemente, la
sociedad en su conjunto, utilizando a los medios de comunicación, perpetúan la
mediocridad en la juventud y la competencia de quien es mejor, dejando de lado
la solidaridad, la ayuda mutua y el amor mismo.
Si todo se
aprende primero en el hogar y éstos son disfuncionales, que podremos esperar en
los siguientes años. Los programas de televisión que promueven el culto a la
persona y al hábito de no leer buenos libros, difícilmente ayudarán a mejorar
la sociedad. Cada día habrá unos pocos que dirijan la vida de muchos, es decir,
algunos lobos sobre las muchas ovejas y borregos, porque eso es lo que
perpetúan los programas de la televisión “basura”.
Eso se puede
observar en la vida de los jóvenes colaboradores que no tienen iniciativa, no
son solidarios ni consecuentes, y hasta se convierten en “chismosos” para
conservar sus trabajos. Esas personas de por sí, ya son mediocres y es muy
probable que nunca serán líderes.
Ninguna
persona que tiene una “doble vida” puede ser un excelente líder. La gente tiene
que ver en la vida del líder, el ejemplo a seguir y a la persona que le
gustaría imitar. Una persona que se autoproclama y se “marketea”, puede ser muy
conocida, pero líder nunca lo será. El liderazgo va acompañado del estilo de
vida que lo respalda.
La
influencia en el liderazgo tiene también otras connotaciones como la visión de
futuro. Ello supone que el líder debe más allá para saber por dónde transitar y
a qué meta llegar.
La vocación
de servicio es indispensable. El líder debe estar dispuesto a ser de bendición
para el resto, y por supuesto, tener también una mentalidad emprendedora. Eso
significa que no se debe dejar influenciar negativamente y que debe seguir
siempre el camino correcto para llegar al éxito. Es muy probable que en ese
transitar se equivoque de senda, pero debe darse cuenta de que se equivocó y
volver al camino correcto.
También
practicar la solidaridad, el trabajo en equipo y la ayuda mutua. Ya no existen
los llaneros solitarios. Vivimos tiempos de competitividad y en un mundo
globalizado. El trabajo en equipo es eso, una labor mancomunada, donde todos
apuntan al mismo objetivo y todos dependemos de todos. El éxito del compañero
es el éxito de todos, pero también el fracaso del amigo también es el nuestro.
En la actual
coyuntura, la honradez comprobada es fundamental en las organizaciones que cada
día reclaman mayor transparencia, especialmente en las instituciones
financieras. La ética es clave en el desarrollo organizacional.
Otras
variantes como el amor incondicional en el ámbito laboral, la esperanza en el
porvenir cuando las cosas no marchan bien, el respeto hacia los demás para
crear un clima laboral armonioso, el deseo de superación para fomentar mayor
compromiso con la organización, la perseverancia ante las pruebas, en los
tiempos difíciles y las ansías por aprender en procesos de aprendizaje son
criterios para tener en cuenta.
En la vida
personal es fundamental el hábito por la buena lectura, en el sentido correcto.
Cualquier libro no siempre es bueno. Hay que saber seleccionar un buen libro.
También el
reconocimiento del trabajo ajeno y la valentía para reconocer los errores nos
ayudarán a fortalecer el liderazgo.
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